Cuando Jesús volvió a los cielos, nos dejó a Su Sustituto, al Otro Consolador, el Espíritu Santo, el Espíritu de la Palabra, del Verbo, el Espíritu de la VIDA.
El objetivo del Espíritu del Señor Dios no es dar lenguas extrañas, sino transferirles la unción de Jesús a los discípulos para que le den continuidad a Su ministerio terreno.
Atender las necesidades de los afligidos, curar a los enfermos, expulsar a los demonios, resucitar muertos, predicar el Evangelio del Reino de Dios y, sobre todo, enseñar Su justicia.
El Señor Jesús bautiza con el Espíritu Santo a los que tienen el sueño de continuar Su trabajo en la destrucción de las obras del diablo en este mundo.
¿Quién tiene fe para eso?
- Fragmento extraído del blog del obispo Edir Macedo.