Resucité en la Hoguera
¡Buen día, obispo!
Mi nombre es Jessica, soy de Caixas do Sul (RS). Me gustaría compartir con usted un testimonio de La Hoguera Santa de diciembre de 2012, cuando sucedió un triste episodio y hubo mucha misericordia de Dios.
En esa Hoguera Santa, Dios pidió el empleo de mi marido. En esa época, yo estaba embarazada de 7 meses. Después de charlarlo, decidimos obedecer la voluntad de Dios. Mi marido fue y pidió la liquidación, recibió muchas propuestas de cargos mejores, pero no desistió. Solo que el arreglo fue dividido en tres partes, y la primera había quedado fijada para enero de 2013.
El tiempo fue pasando y la Hoguera Santa también pasó, y entonces resolvimos no dar más ese valor, y hasta hicimos planes para el dinero. Pero entonces comencé a sentir muchos dolores y contracciones, aunque no era tiempo todavía de que el bebé naciera, pues estaba entrando al octavo mes de gestación. Sin embargo no aguanté, y nació el día 29 de diciembre.
Como era prematuro, nació con una infección en los pulmones y quedó en observación, pero no lograba respirar solo. Al segundo día de vida, vinieron hasta mi habitación para que fuera a terapia intensiva de neonatología, pero no me decían nada. Me pareció raro porque mi marido no estaba en la habitación, y cuando llegué a Terapia, tampoco estaba allí.
Me pidieron que esperase. Me senté hasta que mi marido llegó y me dijo que todo iba a salir bien.
En ese momento la doctora nos llamó para entrar al lugar donde estaba mi bebé. Allí comenzó a explicar los procedimientos que ya habían hecho para reavivar al bebé, pero sin éxito.
Pero antes de que mi marido llegara allí, ya había recibido la noticia y había salido directo a la Universal. Eran las 10 de la noche y no había ningún pastor allá en ese momento, pero él se arrodilló en el Altar y allí dejó todo lo que tenía con él – más o menos unos 120 reales, que era todo lo que teníamos – pidió perdón a Dios y Le prometió darle lo que era de Él y que nos habíamos echado atrás de dar. Después volvió al hospital.
En el momento en que la médica dijo aquellas palabras, mi marido le pidió poner la mano en su pecho. Ella, muy arrogante y loca por desconectar los aparatos, lo dejó que la pusiera. Allí estaban el cirujano y las enfermeras juntos, pues ya habían hecho hasta el drenaje en los pulmones y de nada había servido. La saturación estaba en 14, solamente a causa de los aparatos.
Mi marido puso la mano y dijo: “Dios, yo ya hice mi parte, ahora haz la Tuya. ¡Te doy 2 minutos para que mi hijo vuelva a la vida!”
Obispo, ni pasaron 2 segundos , su saturación fue a 99,98 y se estabilizó. El cirujano quedó espantado y pidió que saliéramos para que terminasen los procedimientos. Mi marido se dio vuelta hacia la doctora y le dijo: “No es usted quien va a decir si mi hijo está muerto, mi Dios es mucho mayor!” Allí yo vi la misericordia de Dios.
Pero él todavía no tenía el alta del hospital. Cada vez que nosotros recibíamos una parte de la liquidación y la entregábamos en el Altar, él mejoraba más.
Cuando tuvimos la última parte, le dije a mi marido: “Cuando entreguemos, saldrá al día siguiente.”
¡Y fue exactamente así!
Nosotros entregamos y, al otro día, fui al hospital a ver al bebé. Estaba listo para ir a casa.
Obispo, aprendí mucho, y hoy no le digo más NO a Dios. ¡Y esta Hoguera Santa vamos a hacer nuestro Extraordinario!
Hoy él tiene 1 año y 6 meses y es una bendición de niño, nuestro João Matheus.
Estoy enviando algunas fotos de él.
Gracias, obispo, por la atención.
Jéssica Rigo.