¡Ah, qué Día!
¡Hola obispo!
¡Me gustaría compartir con usted esta inmensa alegría!
¡Ayer estuve en el Templo! ¡Ah, qué día!
¡¡¡¡Qué orgullo de formar parte de esta obra!!!!
Aún sin poder mirar su interior, paseando solo por el estacionamiento, en la vereda por el lado de afuera, ¡ya lo valió! ¡Valió por todo el sacrificio de 8 horas viajando sin comodidad!
El mundo dice que somos locos, y sabe obispo, ¡yo amo esa locura, je, que me trae tanta paz, que me hace tan feliz y que me enorgullece por formar parte de esta obra!
Al salir de allí hoy puedo decir que no soy más la misma, ¡y lo mejor aún está por venir! Lo sé bien…
Me quedé pensando ayer, contemplando tanta grandiosidad: “¿Qué pueblo fuerte es este que logra levantar una maravilla de estas?” ¡Es tanta la fuerza que llega a dar miedo! Y es eso lo que el mundo nos tiene, obispo: MIEDO. Porque llegamos adonde queremos, poseemos lo que deseamos, ¡y enfrentamos todo por nuestro Dios y Sus propósitos!
Con esta obra, fueron muchos los empleos generados, incluso los que están afuera terminan beneficiándose: es la empresa de turismo, es la casa de comidas cercana, es la empresa de aviación, en fin. El mundo nos critica, pero, ¿qué sería de toda esa gente si no fuese por esta obra?
¡No veo la hora de entrar en la Casa de mi Dios y poder regocijarme de tanta alegría!
¡Tengo certeza de que nadie jamás, en ningún momento, contempló algo tan magnífico como esta obra! No solo por su belleza en sí, ¡sino por todas las obras que se manifestarán a través de ella! Mi vida, obispo, nunca más será la misma, ¡estoy segura de eso!
¡Y no tengo miedo de repetir que estoy muy orgullosa de formar parte de esta obra MARAVILLOSA!
Dios lo bendiga abundantemente.
Andrea Luzia – Vila Valqueire