“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mateo 10: 37-38)
Es por este motivo que nadie puede estar sentado en el trono de nuestro corazón. Ese lugar le pertenece a Jesús, Él debe estar primero que todo.
Entonces, ¿por qué dijo que se le debe amar más a Él?, ¿acaso Él quiere robarle el amor de sus seres queridos? Claro que no, pero de esa manera, el Señor Jesús está cuidando de su corazón para que usted no se decepcione con los demás.
A veces, el padre o la madre le dan todo a su hijo, y en el final de sus días, algunos hijos, al ver a sus padres ya avanzados de edad, dicen no tener tiempo para cuidarlos, y los aíslan en un geriátrico. A veces la mujer da todo para su marido, sin embargo, es traicionada.
¿Cuántas decepciones producidas por otros son las que se viven en este mundo?, ¿personas a las que se ama tanto y cuando más las necesita, le dan la espalda?
Sin embargo, el Señor Jesús jamás le dará la espalda. Por eso enseñó que si ama más a otros no sería digno de Él.
Lo que quiso decir en realidad, es que el amor hacía Él debe ser lo más importante, lo primero, pues eso es lo que el ser humano necesita, colocar a Dios en primer lugar en su vida.
ME SENTÍA EN EL FONDO DEL POZO
Crecí en un hogar en el que veía constantes escenas de violencia.
«Eso me generó tristeza y me sentía vacía. Con el tiempo pasé a sufrir con fuertes dolores en todo el cuerpo, así llegué a la Iglesia Universal, donde a través de la fe, los dolores desaparecieron y comencé a sentir paz en mi vida. Pero por el exceso de trabajo terminé alejándome de Dios por varios años, estaba tan ocupada intentando conquistar las cosas materiales que dejé en el olvido lo más importante, mi vida espiritual.
Ese distanciamiento de Dios me trajo graves consecuencias, los dolores volvieron, el médico dijo que tenía artrosis en segunda etapa, pasé a inyectarme 5 veces al día por los fuertes dolores y tomaba 10 pastillas diarias, me querían sacar el útero porque tenía bromatosis además, se metieron a mi casa y me robaron absolutamente todo, en ese fondo pozo vi el programa de televisión de la Iglesia y decidí volver. Comencé a luchar, sacri- qué, pasé a obedecer a Dios y poco tiempo después fui totalmente curada, nunca más tuve molestias en los huesos, la doctora se quedó sorprendida al ver que mi útero estaba sano, no había necesidad de operarme.
Luego invertí mi tiempo en buscar el Espíritu Santo y cuando lo recibí, mi mente, corazón y visión cambiaron. Tengo paz, alegría, seguridad; conquiste un taller de costura y comencé a prosperar. Todo gracias a Dios.»
•• Sra. Mercedes Sánchez