Me realicé una mamografía, en la cual me detectaron un bulto en el seno derecho. El médico ordenó una biopsia y me diagnosticaron un tumor maligno. Estaba en estado de shock. No esperaba que eso sucediera, aun así, sabía que no podía desanimarme. Era el momento de despertar mi fe. El médico me dio dos opciones: extirpar la mama o someterme a quimioterapias y observar la reacción del bulto. Elegí someterme a las quimioterapias y, al mismo tiempo, usar mi fe.
Sabía que vendría el milagro extraordinario. Recuerdo lo doloroso que fue. Se me cayó el cabello y perdí peso.
Obedecí a todo lo que me decía el médico. Asimismo, obedecí a lo que el pastor predicaba en el Altar. Así, llegó la respuesta que tanto esperaba. ¡El tratamiento había funcionado!
La enfermedad no ha vuelto a aparecer. Agradezco a Dios por todo lo que pasé. Mi cura se debe a mi obediencia y disciplina. Acepté el tratamiento, pero no el diagnóstico.
•• Sra. Auzenita Silva