Era el lugar donde los sacerdotes oraban a Dios. Ellos traían las brasas del sacrificio ofrecido sobre el Altar junto con algunas especies para encender el incienso. Mientras el humo aromático subía, los sacerdotes hablaban con Dios. Eso mostraba que sus vidas estaban siendo aceptadas y sus oraciones escuchadas, pues había sinceridad en ellas. La brasa traída del Altar del sacrificio era prueba de que estaban limpios, puros y con sinceridad en el corazón.
La oración simple y sincera es lo que llama la atención del Señor. Ella sube como un aroma suave y es aceptada por Él. El Altar del incienso simboliza la intercesión del Señor Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote y Mediador, que intercede por nosotros, “pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos…” (Romanos 8: 26)
Durante todo este mes de noviembre estaremos presentando nuestras primicias y en la oportunidad los nombres de los diezmistas serán llevados al Altar del Incienso que está en el Tabernáculo, al lado del Templo de Salomón en São Paulo-Brasil.
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Siempre fui una persona que daba lo mejor en lo que hacía, era la mejor en la escuela, trabajo, etc., pero no había alcanzado mis sueños.
Llegué a perder el departamento donde vivía por no poder pagar las cuotas y terminé alquilando.
Fue así que llegué a la Iglesia Universal, allí escuché la Palabra de Dios y aprendí que para que mi vida cambiara debía ser el a Él devolviendo los diezmos, desde que puse en práctica esa enseñanza todo cambió.
Hoy tengo mi negocio, una dulcería y tengo empleados a mi cargo.
••Taliane Duarte