Soñaba con una familia feliz y una vida financiera estable. Pero nada de eso sucedió, mi esposo me era infiel. Las discusiones eran frecuentes; en una ocasión intenté ahorcarlo. Todo era un desastre, pero eso no era lo peor.
Me volví una mujer depresiva, amargada y con deseos de suicidio. Luego me detectaron artritis y económicamente estábamos endeudados. Mi vida iba de mal en peor.
Juntamente con mi esposo conocimos la Iglesia Universal, donde comenzamos a participar del Congreso, aprendimos que depender de Dios a través de Su Palabra traería un cambio total y así fue, nuestra relación fue restaurada, estamos curados, conquistamos casa, carros y lo principal, paz y alegría, Dios nos restauró internamente.