Vivimos en la era del aquí y ahora. Todo tiene que ser para ayer, incluso se dice que el tiempo es dinero. Ya nadie sabe esperar, y la carrera para que el tiempo no le impida hacer todo y algo más continúa, así como el estrés que se acopla rápidamente y acaba arruinando todas las relaciones.
Es por eso que la ansiedad está en alza. Nadie quiere pensar en el después.
¿No sería esa una otra estrategia demoníaca que se hizo cultural?
Si el ser humano corre contra el tiempo, no va a tener tiempo de analizarse ni de valorar lo que hay de más valor en esta vida.
La madre trabaja tanto para dar de todo para que sus hijos disfruten de este mundo, que acaba por privarles de todo lo que más necesitaban: su presencia. Y cuando está con ellos, no tiene la más mínima paciencia para estar allí, lo que más quiere es descansar para comenzar su lucha al día siguiente.
Además está la cuestión del padre que muchas veces, ya ni está presente en la familia, que acaba siendo sustituido por varias relaciones relámpagos que ella consigue sólo para no quedarse sin “disfrutar” también.
La soltera corre tanto para conseguir sacar adelante sus estudios, el trabajo, y las salidas que hace los fines de semana que ni se da cuenta que se alejó de aquellos que más la aman y se aproximó de aquellos que ni la conocen bien. Es ahí cuando la soledad llama a su puerta, su carencia la lleva a tener citas a ciegas, sólo para cubrir las heridas que crecen cada día en ella.
Es el aquí y ahora, no piensa en el mañana, mañana se resuelve por sí sólo… #cuantabobada
El hecho es que hoy es el mañana de ayer y ¿como está su hoy? ¿Mereció la pena no pensar ayer en él?
Fue lo que aconteció con el rico y Lázaro, en el pasaje de Lucas 16:19-31.
El rico no pensó en el mañana, sólo quiso enriquecerse en esta vida, hizo de todo para dar lo mejor a su propia familia y gozar de este mundo. Hoy diríamos que el rico disfrutó la vida hasta el día en que la perdió y se encontró de repente en el infierno. Desde allí él vio a Lázaro, que no desaprovechó la vida como él, al contrario, pasó por varios problemas y en sus últimos días, se quedó leproso y perdió sus funciones en la sociedad, teniendo que pasar sus últimos días mendigando en las calles.
En su muerte, Lázaro fue directamente al cielo y allí gozó mucho más que lo que el rico había gozado en toda su vida. Cuando el rico vio eso, lo consideró algo absurdo, en definitiva, quien trabajó duro durante toda su vida fue él y no Lázaro. Sólo que Lázaro trabajó para su eternidad, su meta estaba en el después y no en el aquí y ahora, por eso heredó su salvación, sin embargo, el rico…
Vea la respuesta que Abraham dio para el rico –¡mire que fuerte!:
“Hijo mío, acuérdate de que, mientras vivías, tú recibiste tus bienes y Lázaro recibió sus males. Pero ahora, aquí él recibe consuelo y tú recibes tormentos” Lucas 16.25.
Sólo por el hecho de Abraham llamar al rico de “hijo mío” ya entendemos que él era un religioso, que veía a Abraham como padre de la fe, pero observa lo que él dice a continuación… “Te acuerdas de que recibiste tus bienes en tu vida” o sea, el rico no invirtió en lo que vendría después de la muerte, en su salvación. Él pensó en el aquí y ahora en esta vida, que todo el mundo sabe que acaba tarde o pronto. Por lo tanto, él recibió en esta vida.
Ya de Lázaro, Abraham dice que él recibió en esta vida solamente males… ¿será que sólo quien sufre va para el cielo?
En realidad, quien sufre es quién busca el cielo. Quién sufre se apega a Dios y aprende a invertir en su salvación. Mientras más problemas yo tuve en esta vida, más me aproximé de Dios…
Pero no es sólo por eso que Lázaro heredó el cielo. Hay muchos males que los cristianos sufren por mirar hacia la vida eterna, como por ejemplo ser llamados de fanáticos, ineptos, caraduras, ridículos, bobos, vulgares, cursis y la lista sigue. Algunos males ni llegan a ser males de verdad pero el mundo dice por ejemplo, usted que no baila en el carnaval o no frecuenta las discotecas, está malgastando su juventud, no está sabiendo disfrutar de la vida, vive una vida monótona de la iglesia para casa, de casa para el trabajo, del trabajo para la iglesia, llegan a decir que no sabemos vivir. ¿Cuántas no son las mujeres solteras que no se casaron aún a causa de su fe? Todos los hombres que aparecieron en la vida de ellas eran incrédulos y ellas optaron por pensar en el mañana y no en el aquí y ahora. Por eso, llegan a la edad del “ se te esta pasando el arroz” y sufren con los comentarios inapropriados de sus familiares y amigas.
Estamos guardándonos para después de esta vida, para nuestra eternidad, que así como Lázaro fue consolado en ella, lo seremos también nosotros. Cada lugar que no conocemos, cada relación que sacrificamos, todo el material que no adquirimos, y toda honra que no buscamos, ¡vendrán de otra forma incomparablemente mejor!
En la fe y en el Escondrijo del Altísimo.