El día amaneció lluvioso, frío para los patrones de los que nacieron en el Estado de Espírito Santo en Brasil y con cierta dificultad de locomoción debido a las áreas inundadas. Pero, nada de eso desalentó al grupo de voluntarios que los lunes han ido regularmente a una cárcel femenino de la ciudad. Frente a las miradas atónitas de los agentes penitenciarios, surgen mujeres que podrían estar cuidando de sus casas y de sus intereses, menos encontrarse allí, donde a casi nadie le gustaría estar.
Se dedicó casi todo el día para realizar el trabajo espiritual de llevar la Palabra de Dios, orar y también ofrecer a las detenidas un día de belleza.
Me pregunto: ¿quién en este mundo, naturalmente corre riesgos, queda horas de pie y comparte lo que posee con personas despreciadas por la sociedad y algunos por la propia familia?
Esta es sólo una pequeña muestra del empeño que mueve al gran número de voluntarios que, diariamente dan su vida para llevar el Evangelio a los afligidos.
Esto me recuerda cuando el Señor dio una nueva enseñanza a Sus discípulos antes de Su muerte:
“Un nuevo mandamiento os doy: Que os améis uno al otro; como yo os he amado a vosotros, que también vosotros los unos a los otros os améis”. Jn. 13:34
La ordenanza del amor al prójimo ya hacía parte del Decálogo (Leyes dadas en el monte Sinaí), por lo tanto parecía que el Salvador no decía algo nuevo. Pero, nuestro entendimiento está equivocado si pensamos así, pues el parámetro de este amor cambió totalmente, por medio de la Obra de redención que el mundo vería. La diferencia entre el Mandamiento del Antiguo Testamento, es que las personas deberían amar a las otras como a “sí mismas”, mientras que ahora el Señor Jesús decía para amar al prójimo como Él nos amó.
Si antes la medida usada debería ser el amor que el ser humano tiene consigo mismo, o sea, así como las personas se dedican a si mismas y buscan su bien estar, deberían dedicarse de igual manera a los demás. A partir de entonces, un nuevo patrón, infinitamente superior fue establecido: amar como el Hijo de Dios nos amó.
¿Y sabe como mostró Su amor?
Dando Su vida en sacrificio por pecadores. Si antes, los Diez Mandamientos fueron escritos por el Dedo de Dios (Ex. 31:18), el nuevo Mandamiento fue escrito con la Sangre preciosa del Justo, derramada en la cruz. En todo el tiempo, vemos en las Escrituras, Dios compartiendo con la humanidad todo lo que tiene, a punto de dar hasta Su Único Hijo. Eso si, se llama amor.
No tiene nada que ver con ese sentimiento romántico muy cantado, escrito y comentado en los días actuales que no resulta en actitudes de fidelidad, tolerancia, perdón, amparo etc. Quien verdaderamente ama, no ofrece aquello que apenas ella quiera, sino aquello que el otro necesita. Para quien la comida, la comida; para quien la sonrisa, la sonrisa; para quien un voto de confianza, confianza…
Esto es tan importante que el Señor Jesús determinó que, nosotros seríamos reconocidos como Sus discípulos si amáramos (Jn 13:35). Pero, no con palabras, rituales o religiosidad, sino con actitudes practicas en el día a día. Esa es la manera esencial y el criterio para que el mundo sepa que somos de Dios. Esto es, ningún cristiano será admitido como genuino, si no tiene el amor por el prójimo como prueba decisiva para su testimonio delante de los hombres.
Entonces, que todos nosotros podamos ver con temor y temblor de qué forma podemos cumplir en todo tiempo este Mandamiento.