Hubo un momento en la vida de Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham, en que él necesitó huir. Él corrió hacia tierras distantes sin saber que iría a encontrar en el camino. Era la primera vez que él dejaba su casa y estaba completamente solo.
En aquel tiempo, no era común que un miembro de la familia se separe del grupo, porque la familia sería más fuerte estando unida y mantendrían las posesiones de los bienes materiales y de las tierras. Por eso una persona sólo dejaba a su familia si realmente necesitaba hacerlo.
Allí, Jacob estaba inseguro. El único objeto de valor que cargaba consigo era un frasco con aceite. Él tuvo que usar una piedra como almohada para dormir. En esta situación, Jacob comprendió que sólo tenía a Dios en su vida y nada más. Así el decidió hacer un voto con el Altísimo.
¿Qué tiene que ver esa historia con su vida?
Así como aconteció con Jacob, en los días de hoy, solamente aquellos que poseen delidad con Dios, son completamente bendecidos y poseen la puerta de los Cielos abiertas sobre sí.
La fidelidad a Dios es el primer paso para una vida transformada.
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“Crecí viendo a mis padres perder todo el patrimonio familiar, llegamos a vivir de arrimados en casa de unos parientes y muchas veces no teníamos para comer. Pensé que estudiar y tener una profesión podía cambiar mi situación, pero no fue así ya que buscaba trabajo, pero no había una sola oportunidad para mí, era una situación humillante. Al llegar a la Iglesia Universal, aprendí que debía ser él a Dios, por eso empecé a devolver mis Primicias, fue así que mi vida cambió. Hoy tengo un buen trabajo, tanto que he podido realizar viajes a diferentes partes del mundo y compré mi casa propia.”
••• Alicia Matt