Un malestar hizo que acudiera al médico. Pero, considerando que no era nada grave, regresé a casa. Sin embargo, en una semana mi estado empeoró: aparecieron manchas rojas en mi piel que se convirtieron en quemaduras.
Había usado un antibiótico de sulfonamida y no sabía que era alérgica. La reacción fue una necrolisis epidérmica.
Mis ojos no se abrían, así que los obligaron a abrir y vieron que estaban rojos. Fueron dos semanas difíciles. Comía y bebía con sorbete, ya que nada pasaba por mi boca. Las glándulas de mi cuello crecieron y el temor de los médicos era que no pudiera respirar.
Unos días después, las ampollas en mi piel comenzaron a reventarse y estaban en carne viva. Los médicos dijeron que sería necesario tener un implante de piel en estas áreas.
Recuerdo que los diagnósticos eran desalentadores. Sin embargo, ya conocía la Fe y dentro de mí había una certeza. Empecé a creer en mi sanación. A partir de entonces, con en el Lienzo Bendito, distribuido en la Iglesia Universal. Día a día, veía cómo mi piel se restauraba sin necesidad de un implante. El día de la revisión, el médico dijo que no creía que hubiera una solución. Cuando vio mi piel de bebé, fresca, limpia y sin nada, se sorprendió. Hoy estoy completamente curada y no tengo secuelas.
•• Sra. Gisele Vieira