No todo palo que nace torcido, tiene que terminar con escoliosis. Cuando desea tener una nueva naturaleza, se endereza. Y la historia “de tal palo, tal astilla” no convence mucho.
No somos fijos e inmutables, ni predestinados – somos escogidos y establecidos, por Alguien que tiene un excelente gusto – ah, y se especializó en carpintería.
Y cuando usted Lo acepta, Él sigue trabajando continuamente, en asociación, moldeándole cada vez más a Su estilo. Eso me lleva a la conclusión que como madre, hija y mujer, tengo que desarrollar en mí ese mismo método de “construcción” que crece, bien ajustado, con una finalidad específica – ser residencia de Dios.
Pero si sigo mirando a mi hija y viendo el bebé que tengo que proteger, acabaré impidiendo que ella crezca.
Cuando no corrijo, estoy privándola de ser mejor. Si no coloco límites, el instinto es cruzar la frontera, si no educo, acabará siendo una problemática más en un mundo que ya está lleno de ellos…
¿Cómo saber la medida, el ajuste, la anchura, la profundidad? Trabaje en usted primero: no mire su inmadurez o sus errores con compasión, sea sincera con usted misma, disciplínese, invierta siempre en las buenas maneras, coloque una meta, y alcáncela.
¿El primer paso? Es reconocer que necesita con urgencia de una remodelación – o en algunos casos, como el mío, lo mejor es una demolición.
Independiente del estado de la casa, no quede encariñada a quien usted ya fue, lo que ya hizo, o dejó de hacer – dejele trabajar, y no quede dando su opinión en el proyecto.
Cuando usted pasa por ese proceso, es impresionante como usted aprende a mirar a las personas de otra manera, y usa las herramientas correctas – principalmente con sus hijos.