1. Veía todo con buenos ojos.
2. Tenía más disposición para la Obra.
3. No había mal tiempo.
4. Ayunaba más, leía más la Biblia, oraba más.
5. Oraba de madrugada.
6. Siempre estaba conectado con los contenidos de la iglesia: blogs, libros, radio, televisión, etc.
7. Reconocía y respetaba a las autoridades espirituales.
8. No juzgaba a nadie.
9. Hacía propósitos de oración.
10. No me preocupaba por los francos, sino por no quedar sin hacer nada.
11. Sentía el dolor de las personas.
12. Hacía todo sin murmurar.
13. Temía que, si no hablaba de Jesús, la sangre de esa alma caería sobre mí.
14. Siempre me sentaba en las primeras filas en las reuniones de la iglesia.
15. Renunciaba a las fiestas de familia y amigos para guardar la fe y servir más.
16. Usaba el aceite ungido para todo.
17. Me quitaba los zapatos para limpiar el Altar.
18. No hacía comentarios sobre personas en la Obra.
19. Trataba al sexo opuesto con distancia respetuosa y cautelosa.
20. Me alegraba ver al pueblo dando testimonio de las oraciones que hacíamos.
21. No le hacía concesiones a mi carne.
22. No cuestionaba las direcciones pasadas.
23. Hacía propósitos personales, aparte de los de la iglesia.
24. Tenía temor de tocar temas que no me competían.
25. Mantenía buenos pensamientos.
26. Les daba buen testimonio a familiares y amigos, a pesar de las persecuciones.
27. Faltar domingo o miércoles era impensable. Si podía, incluso, dormía en la iglesia.