Voy a comenzar hablando de mi propia experiencia. En realidad, en la época en la que yo nací de Dios, no usábamos ese término en la Iglesia. Era conocido como ‘encuentro con Dios’. Y como muchas de vosotras que me conocen por los posts, libros, podcasts, vídeos, y los programas ‘Escuela del Amor’ nunca tuvieron un encuentro personal conmigo, así también fue más o menos conmigo y Dios.
Yo crecí oyendo hablar de Dios, yendo la iglesia varios días a la semana, y hasta hallándome a causa de eso. Yo pensaba así ‘yo no hago nada de errado, voy la iglesia, oro, y leo La Biblia – obviamente yo conozco bien a Dios.’ Sólo que yo estaba muy equivocada… Eso no basta, cualquier persona puede ir a la Iglesia, orar a Dios, leer La Biblia, y hacer lo que es correcto… ¿no es eso lo mínimo que todo ciudadano debería hacer? Y era en ese mínimo que yo vivía.
En ese mínimo, yo era llena de dudas. Dudas de si Dios existía, miedo de ir al infierno, un temor hasta de hablar la palabra diablo,…Éstos eran sólo algunos de mis dilemas espirituales. Sin contar los diferentes pensamientos malos que venían a mi cabeza, las malos deseos, los sueños que no tenían nada que ver con Dios… Pero aun así, me creía una santa, pues en definitiva, sólo yo sabía esas cosas.
Y en esa ‘santidad’ permanecí hasta llegar a los 15 años.
Un buen día, ¡ah que día!… yo desperté. Desperté para la realidad de que estaba perdida, sin una gota de santidad, era una pecadora como cualquier otra. Reconocí mi situación espiritual en público, en una reunión. Tuve que despojarme de aquella imagen de santita, un domingo por la mañana, delante de miles de personas e ir adelante del altar…
PRIMERO PASO: Reconozca su situación delante de Dios, cueste lo que cueste.
Fuente: Cristiane Cardoso