Muchos creen que la fuerza solo está relacionada con los músculos, pero la verdadera fuerza no tiene nada que ver con lo físico, sino que viene de lo Alto. Esta tiene el poder de transformar la derrota en victoria, el sufrimiento en alegría y la frustración en recomienzo.
Joel, fue un profeta del Antiguo Testamento y en el libro que lleva su nombre, se relata una guerra contra Israel. En ese momento, el Señor le pide a su pueblo que use los instrumentos agrícolas para defenderse. Él ordena que todos, hasta los más débiles, vayan a la lucha. Dios dice: “… diga el débil: Fuerte soy”, (Joel 3:10) y nos da a entender que la fuerza verdadera viene de Dios.
Eso significa que la fortaleza real estará en su interior, cuando Él habite en usted. El Señor usa a personas débiles para hacer cosas grandes, para mostrar que es capaz de controlar todo. Tenga en cuenta que la mayoría de las veces sólo es posible reconocer la fuerza que viene del Señor cuando estamos débiles. “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a n de que nadie se jacte en su presencia”, (1 Corintios 1:26-29).
Si usted no hace algo con su fe perderá lo que tiene. Cuando Dios le pidió al pueblo que transformara sus azadones en espadas, les estaba hablando que dejaran de excusarse, manifestando que no sabían pelear. Él les estaba diciendo: “Ustedes ya tienen lo que necesitan, si lo usan conmigo en el Altar vencerán, porque yo transformo los azadones en espadas y la debilidad, la convierto en fuerza”.