La fe que agrada a Dios es la fe sacrificial.
La fe que Dios nos ha dado está disociada del sentimiento.
No importa lo que usted está sintiendo, tocando, oyendo o viendo, ¡lo que importa es que usted crea en que lo que está escrito sucederá!
En el Salmo 4:5 dice: “Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el Señor.”
Es decir, la fe tiene que estar acompañada del sacrificio, ¿y cuál es el sacrificio? ¡Es confiar! Incluso si todo está en contra, incluso si usted escucha al médico decir que el examen salió mal, que ya no hay salida, aún así confía en que Dios está con usted y que Su promesa se cumplirá!
Eso es sacrificio, dejar de oír al corazón, al sentimiento, tener certeza y confiar.
Cuando la persona tiene esa fe, sacrifica y confía, eso le da sosiego.
Es ir al Altar con toda la fuerza, ¡sacrificar con toda la fe y creer! ¡Cuando hay sacrificio hay fe, cuando hay fe hay sacrificio! ¡La fe es para realizar lo imposible! ¡No importa qué sentimos o dejamos de sentir! ¡La persona que vive en la fe confía en que Dios está con ella!
Vamos a confiar, a creer que Él hará justicia, que Él responderá. ¡SACRIFICIO DE JUSTICIA POR LA JUSTICIA!