“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33)
Cuando se habla de fe, inmediatamente se piensa en conquistar aquello que Dios prometió; sólo que la fe, es para conquistar principalmente el Reino de los Cielos.
La fe produce la paz interior, tal y como Jesús lo dijo: “mi Paz os dejo, mi paz os doy”, pero, exteriormente siempre habrá que enfrentar problemas y desafíos, por lo tanto, ¡no se puede esperar paz del lado de afuera!
Los problemas vienen con el objetivo de derrumbar su fe, para que usted intente solucionar los problemas con la fuerza del brazo, es decir, el diablo viene para sugerirle caminos de facilidad, y así desviarlo de la fe apartándolo del camino del sacrificio.
Creer en Dios no es simplemente decir “yo tengo fe”, ¡NO!, La fe implica compromiso con Dios, entrega incondicional, es decir, sacrificar toda su vida, para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.
Cuando usted se entrega por completo a Dios, la fe testifica en su interior que usted pertenece a Él porque hay certeza de la salvación eterna, como también la certeza de que todos los problemas del presente, serán el testimonio del mañana.
Los problemas, aflicciones y tribulaciones, son necesarias para el crecimiento de su fe; pues incluso el Señor Jesús tuvo que pasar por ese proceso, pero al final Él dijo: “¡Yo he vencido el mundo!” Quien tiene el Espíritu Santo, tiene todo, pues Él es la garantía de la resurrección, así como la muerte es algo inminente para todos, así también la resurrección es certeza en aquellos que fueron sellados con el Espíritu Santo.