Todavía hay quien cree que el artista nace, no se hace, en contra de los que tienen claro que todo sentido artístico y creativo, es sobre todo producto de una experiencia que se debe fomentar con vistas a un mayor aprendizaje. Hace casi medio siglo, cuando comenzaron a tenerse en cuenta los nuevos descubrimientos tecnológicos, y fueron paulatinamente aplicándose a la acción educativa, el aprendizaje de lo artístico, fue en muchos casos dejado de lado, por una falsa interpretación de la psicología del aprendizaje, en parte debida a una aplicación excesivamente rígida de las doctrinas conductistas.
Hasta ese momento se había manejado el concepto de didáctica casi como sinónimo de arte de enseñar. A partir de ahí se separaron los conceptos y lo intuitivo, la experiencia artística y la actitud amistosa del profesor se declararon de inferior categoría y se dio paso a unos estilos didácticos fundamentados exclusivamente en lo técnico, en lo racional, en la eficacia del logro y en lo que se podía medir «objetivamente».