Cuando tenía 2 años, Victoria presentó un cuadro de tos que aparentemente no pasaba de un resfrío. Sin embargo, la temperatura corporal de la niña indicaba que realmente no se encontraba bien. Por lo que, al verla arder en fiebre, su madre, la maestra Camila Fernandes Araújo, decidió llevarla al hospital.
El diagnóstico inicial fue bronconeumonía y se le prescribió tratamiento. Sin embargo, después de tres días, el estado de Victoria no mejoraba. “Regresamos al hospital y, al ser evaluados por segunda vez, se encontró una neumonía bacteriana. Por lo que fue hospitalizada”, dice Camila.
La salud de Victoria no evolucionaba. “Los médicos se dieron cuenta de que la medicación no estaba dando resultados, tanto es así que empezó a recibir oxígeno para ayudarla a respirar”, añade Camila.
Después de 28 días Victoria regresó a casa. Sin embargo, la ebre regresó al segundo día, por lo que regresaron al hospital.
Victoria se quejaba, sentía frío, Camila notó que la niña tenía la respiración débil. Sobresaltada, pidió ayuda. Cuando la enfermera llegó a la habitación, Victoria ya no respiraba. “Corrí al baño y, arrodillada, le rogué a Dios que ayudara a mi hija”, recuerda Camila.
Humanamente, no se podía hacer nada más, pero se negó a creer lo que sus ojos veían. “Tomando sus manos entre lágrimas, le grité a Dios que cambiara esa situación. Fue entonces cuando empezó a respirar de nuevo”, dice Camila.
Victoria pasó otros 11 días hospitalizada y luego se fue a casa sin secuelas. Hoy, la niña tiene 8 años y está llena de salud.
•• Camila, junto a su hija.