Mientras bañaba a mi hijo, noté un bulto cerca de su ingle, toqué el lugar y me dijo que no le dolía, pero, aun así, decidí llevarlo al médico. Un examen de ultrasonido encontró un tumor, que luego fue confirmado por una tomografía computarizada. Los médicos remitieron a mi hijo urgentemente a un hospital especializado en cáncer infantil.
Los médicos me explicaron la gravedad del tumor y que el tratamiento médico consistiría en cuatro sesiones de quimioterapia, para tratar de contener su crecimiento. Un mes después, se programó la cirugía para extirpar el tumor.
Los médicos creían que el tumor sería pequeño, pero se sorprendieron al extirparlo; pesaba más de una libra y media. En ese momento, el equipo médico incluso tomó fotografías para registrar el caso, que se consideró poco común.
No estuve presente el día de la cirugía, hice lo que mi Fe me pedía en ese momento: en lugar de quedarme en el hospital, me dirigí al Altar de la Iglesia Universal, para cumplir mi voto de sacrificio. Dios me pidió, lo cumplí y Él me respondió. Cuando regresé al hospital, los médicos me dijeron que lo más impresionante era que alrededor del tumor había una especie de película que impedía que las células cancerosas se propagaran.
La cirugía y el postoperatorio fueron un éxito. Hoy Luan es un niño sano que juega al fútbol, gracias a Dios.