Una de las cualidades más admirables en el ser humano es el cuidado que tiene con sus palabras.
No se puede separar lo que somos de lo que hablamos, o sea, somos definidos por lo que decimos en el día a día.
Honradez y dignidad se conquista con la verdad y valen más que dinero y posición. Aunque usted tenga poco, pero se empeña en cumplir siempre sus compromisos, demuestra que es una persona seria y merece respeto.
Un ejemplo claro de lo cuanto la falta de seriedad con la palabra es desagradable es lo que vemos en las campañas políticas. Cada elección los candidatos hacen todo tipo de promesas para lograr votos.
Reparen que, cuanto más promesas, más atractivo es, aunque tales promesas no se cumplan jamás.
A propósito, ¡es cada vez más raro ver personas con decencia y carácter! Creo que necesitamos una ley que obligue a los políticos a cumplir lo que prometen o lo que proponen. Disminuiría mucho el hablar por hablar. ¿No creen?
Quien valora su palabra es fuerte, tiene dignidad y lisura.
No queda en deuda con nadie. No permanece arriba del muro. No dice una cosa hoy, mañana otra y luego otra. No es incoherente en sus posiciones.
No enseña una cosa y hace otra.
Y si eso es tan importante en el plano humano, ¡imagínese en el espiritual! El Propio Señor Jesús sintetiza de forma excelente esa enseñanza: “Sea su palabra si, si y no, no”.
Él, en Su individualidad y postura, cela tanto por Su Palabra, al punto de decir: “El cielo y la Tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán”.
Por esa razón, podemos tener seguridad en confiar en Él.
Así que, si usted habló o asumió un compromiso, aunque aparentemente insignificante, luche para cumplir. No existe deshonra y vergüenza más grande que aquella causada por usted misma.