¿Usted ya percibió que podemos ser influenciados desde la hora en que despertamos hasta la que vamos a dormir? Las personas a nuestro alrededor emiten opiniones sobre comportamiento, vestuario, relaciones sentimentales, estilos de vida y todo lo que se pueda imaginar, también somos influenciados por la TV, internet, redes sociales y hasta por las celebridades.
Sin embargo, la Palabra de Dios es un antídoto contra cualquier influencia negativa en la vida de quien la práctica. ¿Usted ha hecho uso de esa herramienta poderosa? Si no, ¿que tal separar un momento para meditar y pensar en ella? Haga de esa práctica un hábito diario y libérese de cualquier tendencia negativa para su vida. Si actúa de esa forma, cuando vinieren las influencias de cualquier tipo, usted cuestionará: “¿Eso será bueno para mí? ¿Agradará a Dios?”
«Era una mujer depresiva y orgullosa»
«En la infancia viví la desilusión de ver los maltratos entre mis padres, eso me generó traumas y complejos.»
Aunque mis padres cambiaron para bien y se acabaron los problemas entre ellos, en mi interior cargaba conflictos del pasado que no conseguía superar.
A pesar de tener un buen trabajo y estar con mi familia me sentía sola. A los trece años intenté suicidarme tomando pastillas, pero no lo conseguí, pasé a tener problemas de salud, comencé a sufrir de migrañas, diabetes emocional y gastritis, mis padres me llevaron a curanderos, quienes me realizaron baños con pócimas, pero nada mejoraba, al contrario, amanecía con moretones, pasé a oír voces y ver sombras extrañas, no entendía qué era esa experiencia de horror que vivía constantemente, pero me desesperaba. Por otro lado, tenía un temperamento fuerte, al punto de pelear con mis familiares y personas de mi trabajo. Todo lo que ganaba lo gastaba en medicación, a veces debía pedir prestado para movilizarme. Así conocí la Iglesia Universal y desde el primer día pasé a sentirme bien, poco a poco el vacío que sentía desapareció, además fui curada de las enfermedades que tenía. Pasé a obedecer la Palabra de Dios, me bauticé en las aguas y mi interior cambió por completo, dejé de ser orgullosa, perdoné a aquellos que me habían hecho daño. Un día escuché hablar del Espíritu Santo y sobre la importancia de tenerlo, cuando Lo recibí me torné una mujer segura, todo pasó a tener un objetivo: agradar a Dios.
Conocí al que ahora es mi esposo, tuvimos una hija, después de que los médicos dijeron que no podría ser mamá. Definitivamente, hoy tengo una nueva vida y soy feliz junto a mi familia.
Participe este domingo en la Concentración de Fe y Milagros a las 9h, en la Av. de Las Américas 305 o en la Iglesia Universal más cercana a su hogar