Mis padres se separaron cuando tenía 8 años, y el mismo año uno de mis hermanos murió ahogado. Mi mamá se torno padre y madre a la vez y tuvo que trabajar para sustentarnos, ella fue una guerrera, consiguió criar 6 hijos sola, y de todos ellos el único que entró al mundo de las drogas fui yo.
Comencé a beber a los 14 años, me case a los 19, y a los 26 comencé a consumir cocaína. Llegué a estar 4 días fuera de casa usando drogas, no pensaba en nadie.
Trabajaba y tenía un buen salario, pero lo que ganaba era para los vicios e intenté abandonarlos de muchas formas, pero todas fueron en vano, todo empeoró cuando me volví agresivo dentro de mi hogar.
Conocí el trabajo de la Iglesia Universal por medio de mis hijas, ellas no sabían cómo hacer para ayudarme.
Mi hija empezó a participar por mi y durante 3 meses ella insistió tanto invitándome que terminé participando del tratamiento. Desde la primera véz salí diferente, no quería más aquella vida, a partir de ese día no volví a tener ganas de consumir drogas. Vivía preso a los vicios, pero hoy soy libre de esa prisión a la que vivía encadenado, la fe en Dios y la obediencia al Altar fueron fundamentales para mí, y sólo a partir de mi encuentro con Dios, la transformación sucedió en mi vida, mi familia fue restaurada y hoy somos felices.
- • Sr. Mauricio Santos