Desde pequeña crecí con odio hacia mis padres porque se separaron.
Después empecé a sufrir con problemas de salud, mi mamá me llevaba al médico pero nunca detectaban el motivo de mi problema. Incluso me llevaron al hospital psiquiátrico, pero no hubo respuesta, siendo así tuve que soportar por años un fuerte dolor de cabeza constante, que no se me quitaba con nada, sentía como si mi cabeza se partiera en miles de pedazos.
Empezó la depresión, me aislaba, pasé a sentirme sola y vacía. En casa todo era escaso e incluso la comida faltaba.
Lloraba todo el tiempo, me encerraba en mi mundo y así mi vida dejó de tener sentido. Recibimos una invitación a la Iglesia Universal, donde aprendí que los problemas, que cargué por años eran de índole espiritual, por eso la ciencia no pudo ayudarme.
Participando los viernes fui liberada de todos los males que sufría. Hoy a través de la fe, tengo: paz, alegría, mi familia fue restaurada, tenemos un negocio y gracias a Dios, todo fue transformado.