En la trayectoria como madres, siempre existirán situaciones inesperadas. Si nadie le avisó con anterioridad, ya debe haberse dado cuenta que difícilmente habrá un día igual a otro.
Los hijos son imprevisibles, y hasta que sean maduros para tomar sus propias decisiones de manera consciente, este papel nos incumbe.
Si para algunas lo inesperado se hace un aliado, al descubrir sus propios ingenios de supervivencia, para otras puede generar un cierto pánico. Es cómo encontrar una bomba de relojería escondida en un armario – usted de pronto abre una puerta, y se encuentra de cara con ella, no teniendo mucho tiempo para desarmarla.
Enfrentar problemas requiere actitudes, y actitudes inteligentes. Quedarse mirando la bomba no va a hacer con que el cronometro pare. Cerrar los ojos y llorar, no va a hacer con que ella desaparezca.
Entonces, comience de alguna forma a cortar los cables. Puede ser que usted no acierte en el primero, pero siga intentándolo, avanzando, persistiendo, en algún momento usted verá aquel cronometro pararse delante de sus ojos, y usted podrá dar un suspiro de alivio….hasta encontrarse con la próxima bomba.
Pero, ¿sabe lo que es increíble? Después de que varias veces usted lo haga, ya no habrá miedo ni dudas en cómo desarmar las próximas, aunque ellas sean cada vez más complicadas. Existirá una certeza tan grande dentro de usted, que encontrará las herramientas correctas para cada situación.
Cuando mi hija tenía 8 años, fuimos invitados para un almuerzo en familia. Había una piscina en la casa, y ella me pidió entrar. Ella no sabía nadar, pero como había una parte que no cubría, yo al dejé, y me quedé en el bordillo de la piscina, vigilando y dando un “apoyo moral”. En un segundo de distracción en que miré hacia un lado, ella se desequilibró y colocó el pie en falso, en la parte más profunda de la piscina.
Allá estaba la bomba, enorme y complicada, llena de cables y con pocos segundos para pararla. Yo miré hacia los lados y no había nadie, di un paso en dirección a la piscina – primer hilo cortado. Ella volvió a la superficie y me miró, yo extendí la mano y le hablé con voz firme, sin ninguna señal de desesperación, mirándola directamente a los ojos, que ella cogiera mi mano – segundo hilo eliminado. Ella extendió su mano y la agarré y la abracé – bomba desactivada.
Aquel verano la llevé a clases de natación, y ella aprendió rápido. Aquellos pocos segundos que tuve para decidir cómo actuar, mostraron mucho sobre mí.
Delante de lo inesperado acabé conociéndome, encontrando un poder de reacción sin la interferencia de sentimientos, y me gustó el resultado.
Seguiremos avanzando por los campos minados de esta vida, pero con la certeza de que las bombas que desarmamos, los problemas que vencemos, ya no serán amenazas. Ya no formarán parte de nosotras.