La historia del pecado que cometió Acán, nos muestra la diferencia entre el mal y el bien; también nos indica la importancia de Obedecer las cosas de Dios.
“La ciudad, con todo lo que hay en ella, será consagrada a completa destrucción, porque el Señor así lo ha ordenado. Sólo se les perdonará la vida a Rahab la prostituta y a los que estén refugiados en su casa, porque ella escondió a los espías que mandamos. En cuanto a ustedes, cuídense de no tomar ni tocar nada de lo que hay en la ciudad y que el Señor ha consagrado a la destrucción, pues de lo contrario pondrán bajo maldición el campamento de Israel y le acarrearán la desgracia. Pero el oro y la plata, y todas las cosas de bronce y de hierro, serán dedicadas al Señor, y se pondrán en su tesoro.” Josué 6:17-19.
La fama del pueblo de Israel tras su liberación de la esclavitud en Egipto llegó a todas partes, ya que antes, eran sólo esclavos. Y en camino a Canaán, la Tierra Prometida tuvieron que recorrer 40 años el desierto.
Por otra parte, ellos necesitaban eliminar a sus enemigos. Así, aceptaron el desafío de vencer la ciudad de Jericó, que era fortificada y poseía grandes murallas, algo inimaginable para cualquier ejército. Sin embargo, aquello sólo era posible porque Dios estaba con ellos y les garantizó la victoria. De tal modo que los israelitas ganaron la batalla de una manera inesperada: marcharon y tocaron las trompetas hasta que las murallas cayeron.
En su camino hacia la Tierra Prometida, tenían conocimiento que no podían guardar las posesiones de los pueblos derrotados. Ningún guerrero podía tomar algo que fuese de pueblos enemigos. Si un objeto tenía mucho valor, el mismo era llevado al Templo.
Era evidente que Dios, estaba probando a su pueblo, pues Él quería ver si eran obedientes.
Sin embargo, Acán, desobedeció y pensó que nadie lo estaba observando: “Pero un miembro de la tribu de Judá, que se llamaba Acán y era hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zérah, tomó varias cosas de las que estaban consagradas a la destrucción, con lo cual todos los israelitas resultaban culpables ante el Señor de haber tomado lo que él había ordenado destruir. Por eso la ira del Señor se encendió contra ellos.” (Jos. 7:1).
Acán decidió desobedecer a Dios y tomar para sí algo prohibido. Nadie lo vio, pero Dios lo vio, y le dijo a Josué: “¡La destrucción está en medio de ti, Israel! No podrás resistir a tus enemigos hasta que hayas quitado el oprobio que está en el pueblo.” Jos. 7:13.
Hoy en día las personas que guardan dentro de sí cosas que a Dios no le agradan, no tienen la fuerza para superar las dificultades del día a día, lo cual las imposibilita que actúen por la fe.
Pecados escondidos, desobediencia intencionada, falta de temor en lo que se refiere a las cosas de Dios, resentimientos, rencores, etc., todo eso puede estar agotando sus fuerzas.
La única solución que usted tiene para recuperar la fuerza y vencer a sus enemigos es una limpieza espiritual, la cual incluye confesión de sus pecados, arrepentimiento y abandono de lo que no agrada a Dios.