Después de hacerme un examen de rutina, recibí el diagnóstico de cáncer de mama, esa noticia me “dejó en shock”.
EN AQUEL MOMENTO SENTÍ COMO SI HUBIERA RECIBIDO UN ACTA DE DEFUNCIÓN Y NO CONSEGUÍA PENSAR EN OTRA COSA QUE NO SEA LA MUERTE”.
Aunque no tenía ningún síntoma de la enfermedad, comencé a sufrir con crisis de ansiedad, me despertaba en la madrugada gritando y pidiendo que alguien me ayudara.
En ese momento de debilidad, mi familia fue de gran apoyo, mi hija y mi mamá ya estaban asistiendo a la Iglesia Universal y comenzaron a luchar por mí, ellas me llevaron a una reunión y al verlas tan determinadas para ver el milagro en mi vida, eso despertó mi fe, le entregué mi vida a Dios y pasé a ver el agua consagrada como una medicina, la bebía y me bañaba con esta.
Tras acercarme a Dios pasé a tener fuerzas para luchar, dejé de verme como víctima y pasé a creer que podía vencer y transformar esa historia dolorosa en una historia de superación a través de la fe.
Ya pasaron 2 años y no tengo ningún vestigio de la enfermedad. Los 63 exámenes que me realizaron, comprueban la veracidad del poder de Dios. Si no me hubiera aferrado a Él, probablemente no estaría contando este testimonio. Estoy curada.