Cuántas son las palabras de promesas que ya hemos oído de personas queridas? Y, ¿cuántas fueron cumplidas? Son pocos los que realmente cumplen lo que dicen o prometen a alguien, causando así desconfianza.
Quien está acostumbrado a prometer y no cumplir, debe saber que Dios tiene Palabra.
En el Libro de Lucas, en el capítulo 24, versículo 49, es mencionada una de las innumerables promesas que Dios tiene para nuestra vida, y ésta es indispensable para nuestro día a día: “Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre; pero ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que desde lo alto sean investidos de poder.”
El Señor Jesús dijo a sus discípulos que Él enviaría la promesa de Su Padre: Muchos piensan que la promesa de Dios es apenas darles una casa propia, un trabajo estable con una remuneración digna, otros piensan que tal vez es la cura de una enfermedad que a los ojos humanos es imposible de curar, amigo lector, con mucha convicción le digo ¡NO! La promesa que Dios nos dio va mucho más allá de todo eso que tal vez pasó por su mente, Él quiere darnos Su Espíritu, es decir, el Espíritu Santo, Dios no quiere que usted esté solo.
La vida no nos libra de los problemas, pues diariamente el ser humano está rodeado de situaciones, directas o indirectas, que ponen a prueba sus capacidades. Pero, con Él (Espíritu Santo) usted recibe la fuerza, el equilibrio, la motivación y todo lo que se necesita para vencer.
Los errores, las decepciones y los deslices son inevitables. Sin embargo, usted tiene la posibilidad de elegir en hacer lo que es correcto y consecuentemente obtener la victoria.
Esta victoria, en primer lugar tiene que acontecer dentro de usted, caso contrario ¿cómo podrá existir una victoria exterior? Ningún éxito en la vida justifica el fracaso interior, para eso, ¡Dios debe estar dentro de usted! Y el Espíritu Santo, es Dios dentro de nosotros.
El Espíritu Santo es la mayor herencia que el propio Dios nos ha dado para cada uno de nosotros.