La mayor lucha de una mujer sucede dentro de ella. En el momento en que decide dar un paso adelante en su vida, comienza a oír una voz en su interior diciendo que no merece ser feliz, que nunca conseguirá ser la mujer que desea, que no es lo suficientemente buena, etc. Esta lucha sólo tendrá fin cuando empiece a ignorar esa voz y siga adelante con su propósito. Si tuviésemos que escoger un nombre para esa voz, sería “voz interna abusiva”. Si no fuese por esa lucha diaria que enfrentamos, todo sería mucho más fácil y mucho mejor.
Tu y yo pasamos por esa lucha todos los días, en todo momento, ya sea en casa o en el trabajo, de noche o de día. Sin embargo, en esa batalla diaria está la llave para el éxito o para el fracaso de todo ser humano. Como en todas las batallas alguien tiene que ser el vencedor, que a veces no es necesariamente el más fuerte, sino el que resiste más. Si vences tu batalla diaria, tendrás éxito en la vida. Si fracasas en tu batalla diaria, fracasarás en la vida.
Algunas personas piensan que su éxito depende sólo de Dios. ¿No crees qué, si dependiese exclusivamente de Él, todas seríamos exitosas? ¿Será que un padre se alegra de ver a su hija sufriendo, con depresión, perdiendo la esperanza y triste? Hay cosas en la vida que sólo podemos hacer nosotras mismas – ni siquiera el propio Dios puede interferir. Una de esas cosas es precisamente la lucha contra la naturaleza humana y terrenal, que intenta hundirnos, haciéndonos sentir infravaloradas y proporcionandonos la idea de desistir.
Es una gran batalla que nadie ve, sucede en lo oculto, en lo más profundo de nuestro ser – entre Tú y Tu Interior. ¿Dejaste alguna vez de hacer algo porque tuviste miedo y hoy te arrepientes? ¿Desististe de alguna idea porque nunca te sentiste capaz de llevarla a cabo? ¿Te miraste en el espejo y pensaste: “Nunca voy a ser alguien en esta vida” – ¡Sí, ya, bingo!
Estas fueron batallas internas que perdiste. Esto no sucede solamente con algunas personas, sino con todas. Mujeres nacidas de Dios y llenas del Espíritu Santo también enfrentan esta batalla todos los días y, debido a una u otra batalla perdida, algunas no pueden dar el testimonio acerca del poder de Dios en sus vidas y la culpa no es de Él sino de ellas, que fueron incapaces de vencer sus propias luchas interiores.