Cuando luchamos por nuestros derechos existe un empeño total, pues, no hay nada que indigne más al ser humano que sentir que sus derechos no son respetados.
Para obtener resultados, no es suficiente creer en Dios y cruzarse de brazos, es entonces que debe surgir una fe indignada, que no acepta los problemas.
Hoy en día, muchos quieren evadir la lucha que deben enfrentar para conquistar lo anhelado.
Gedeón era un hombre que vivía en cuevas, escondido a causa del miedo que le tenía a los madianitas.
Este temor le llevó a vivir en una situación crítica, en la que pasó hambre y humillación durante siete años.
Pero Gedeón utilizó su fe, su inteligencia y comprendió que si el Señor Todopoderoso estuviera con él, su vida no podría estar en la situación en la que se encontraba.
“Ah Señor,” le respondió Gedeón, “¿cómo libraré a Israel? Mi familia es la más pobre en Manasés, y yo el menor de la casa de mi padre.” Pero el Señor le dijo: “Ciertamente Yo estaré contigo, y derrotarás a Madián como a un solo hombre.” (Jueces 6:15 )
El Señor no necesitaba que Gedeón tuviera capacidades, sino la indignación que ya había demostrado y fe verdadera. Dios reafirmó la promesa que había hecho y Gedeón, al escuchar sus palabras, decidió creer. Obedeció a Dios en lo que le pidió, demostrando nuevamente su valor, al no mirar el riesgo que corría. Gedeón obedeció, siguió las instrucciones del Señor, y está escrito que después de su obediencia el Espíritu del Señor vino sobre él y de ahí en adelante su vida nunca fue la misma, al igual que con toda la nación de Israel.
Gedeón derrotó a más de 100,000 madianitas con 300 hombres, capturó reyes, conquistó una vida de triunfos y victorias. Pasó de ser el menor en la casa de su padre, de vivir en cuevas a tener una vida plena, y libre de la opresión.
Hay momentos en nuestra vida en que sólo el Altar puede darnos la respuesta que necesitamos. Una vez que suba, el fuego descenderá. Cuando la entrega es perfecta, desciende fuego del cielo para recibir nuestra vida; pero cuando esa entrega no es perfecta, no hay una reacción por parte de Dios, porque Él no acepta nada imperfecto.
Si usted quiere resolver su problema, vaya al altar. No importa su condición en este momento. El Altar es el lugar de transformación para todos los que lo acepten.