Un rey caminaba por la calle con su comitiva, cuando vio a un anciano sembrando un pequeño árbol.
Encontró a esa actitud muy extraña, ya que el árbol demoraría mucho en crecer y, cuando pudiera dar frutos, el anciano, con seguridad, no estaría más allá para comer de ellos.
Entonces, el rey le preguntó al anciano sembrador de árboles por qué insistía en una tarea tan inútil. A lo que el hombre le respondió:
– Soy feliz al sembrar, aunque no sea yo quien vaya a cosecharlo. ¿No estamos aprovechando hoy, los árboles que fueron plantados hace muchos años? Lo que importa es sembrar. No cosechar.
El rey consideró sabia la actitud del hombre y, conmovido, le entregó una bolsa con muchas monedas de oro como premio por la sabiduría del sembrador de árboles.
Y él le agradeció diciéndole:
– ¿Ha visto cómo son las cosas? Aún no termino de sembrar y ya estoy cosechando frutos valiosos.
“La siembra es opcional, pero la cosecha es obligatoria. Por eso, tenga cuidado con lo que siembra.”
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. Gálatas 6:10