Un hombre que vivía en el campo, al regresar a su casa después de un día de trabajo en la labranza, encontró a una cobra en el suelo, casi muerta. La cobra había sido atacada por otro animal y se estaba muriendo. El campesino se compadeció, tomó a la cobra y la llevó a su casa, la limpió, le dio leche tibia y la puso en una manta, para que pudiera recuperarse. Por la mañana, el hombre estaba muerto, había sido picado por la cobra. ¿Qué significa esto? Él tuvo compasión, pero no fue lo suficientemente prudente para entender que no podría exponerse a la naturaleza de esa serpiente, porque corría el riesgo de ser picado por ella. Esta historia ilustra cómo muchas personas viven siendo picadas por cobras en la vida, engañadas por su propio corazón y por sus sentimientos.
Son personas muy buenas, que se compadecen, pero toman decisiones dirigidas por sus sentimientos. Estas emociones terminan volviéndose en su contra, porque las emociones no son para tomar decisiones. Dios nos hizo emotivos, pero también nos dio el intelecto, la inteligencia para decidir. Yo sé que, a veces, es importante escuchar lo que está sintiendo para no volverse un robot. Si usted es una persona insensible, mecánica, fría, los demás no notarán ninguna humanidad en usted. Pero tenemos que ser muy cuidadosos, ya que las emociones tienden a engañarnos.
Así es como muchos negocios fracasan, porque el dueño empieza a contratar familiares para que lo ayude, pero son personas que no están preparadas, que no piensan como deberían pensar y ponen a la empresa en peligro.
El ser humano que no controla sus sentimientos termina siendo «picado» por ellos. Jesús dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.” (Mateo 10:34-36)
Jesús dijo que vino a cortar como una espada esas emociones, esos lazos afectivos que pueden comprometer nuestra fe. Y esto no lo digo para que usted tenga enemistad con las personas de su familia, sino para que despierte ante el peligro de sus sentimientos que lo llevan a tener pena, a actuar por la emoción y no por la razón. La fe no tiene corazón, tiene obediencia a la Palabra de Dios. El campesino podría haber puesto a la cobra en una jaula para mirarla y cuidarla desde lejos, de esa forma, hubiera salvado a la cobra y a sí mismo. Sin embargo, por usar solamente el corazón, murió por él.