Obispo, hace más o menos 3 meses el entrenador de la Selección de Fútbol de Italia me comunicó personalmente que yo disputaría la Copa del Mundo 2014.
Confieso que fue uno de los días más felices de mi vida, incluso porque, en mi concepción, el 99,9% de los hombres sueñan o ya soñaron con disputar una Copa, y ciertamente no fue diferente conmigo. El único problema fue que después de dos semanas de esa conversación, tuve una sobrecarga en los músculos aductores, algo frecuente en los jugadores de fútbol. Con bastante reposo se obtiene una recuperación rápida (30 días), pero para mí, en ese momento, 30 días de recuperación iban a costar mi convocación.
Fue entonces cuando optamos por continuar los entrenamientos de una forma más liviana para intentar disputar la Copa. Para mí fueron días muy difíciles, porque estaba entrenando con muchos dolores. Pero, aun así, fui convocado para el período de preparación (pre-Copa).
Pasados algunos días, el entrenador me llamó a una conversación, y en esa charla me dijo lo siguiente: "Romulo, así como fui sincero contigo, me gustaría que también lo fueras conmigo. Vi algunas pruebas tuyas y los resultados estuvieron un poquito abajo, ¿qué está sucediendo?"
Obispo, en ese momento pude haber dicho varias cosas, tipo: "Me estoy cuidando"; "Tengo miedo de lastimarme…", etc., etc., etc. Pero opté por decir la verdad (algo que todo CRISTIANO haría). Claro que me tomó algunos largos segundos hablar, no porque tuviera dudas, sino porque realmente no lo lograba de tanto que lloraba delante de él.
Sabía que desde ese momento en adelante estaría prácticamente fuera de la disputa del Mundial. Pero me desahogué con las siguientes palabras: "Entrenador, hace más de dos meses tengo muchos dolores y ya intenté de todo, sin embargo los dolores continúan. No me parece justo disputar una Copa no estando bien mientras que hay otro que está mejor que yo."
Obispo, él me agradeció y me dijo que me quedara tranquilo.
Sabe, al mismo tiempo que un sueño se había ido, me vino una certeza muy grande de que Dios estaba allí conmigo en ese momento y que había hecho lo correcto.
Estoy contando todo esto porque el día 17 de julio del 2014, ¡¡¡experimenté un gozo en el alma inexplicable!!! ¡¡¡Ah, qué día!!! Tuve la honra de ser llevado por el obispo Marcello Brayner a conocer el Templo de Salomón, y después de algunos minutos caminando por el patio del Templo nos encontramos con usted, y usted mismo, con mucha paciencia, me mostró el Templo por dentro. Fueron algunos segundos que estuvimos contemplando la belleza física y espiritual del Templo, tiempo suficiente para ser poseído por una alegría que no se compara con ningún evento deportivo o bien material que podamos tener.
¡Gracias, mi Dios, por consolarme en un momento muy difícil y por proporcionarme después de algunos días algo tan glorioso y espiritual, algo que pocos en el mundo experimentarán!
Gracias también a usted, obispo, por haberme hablado de una forma tan simple algo tan fuerte: la responsabilidad de exhalar el perfume de Jesús. Y, claro, por la atención que me brindó.
Romulo Caldeira