Inicialmente los médicos aseguraron que el problema se resolvería solo, pero a los tres meses, la bebé tenía una grave cardiopatía congénita. Esto la llevó a una hospitalización inmediata.
Días después, durante la cirugía, su corazón dejó de latir. “Según los médicos, el corazón de mi hija dejó de latir. Intentaron todas las formas de reanimación”, afirma.
Sin dudarlo, Samara acudió a la Iglesia Universal. “Estaba convencida de que sólo el Señor de los Ejércitos podía actuar a favor de mi hija. Aunque respeto la medicina, hay situaciones en las que sólo el Altar puede traernos una solución”.
Los médicos la sometieron a oxigenación por membrana extracorpórea (Ecmo), un dispositivo que funciona como corazón y pulmón artificial.
A pesar de la creciente fragilidad de su hija, Samara, inquebrantable en su Fe, continuó buscando su sanidad en el Altar. Samara se dedicó a los propósitos, el ayuno, las oraciones y la cadena de sanación, que se realiza los martes.
“Mi hija enfrentó seis meses de hospitalización y seis cirugías. Los médicos dudaron de que pudiera volver a caminar o hablar, pero yo estaba segura de su recuperación. Hoy no tiene secuelas.
Doy gracias a Dios por la salud de mi hija y por apoyarme cuando más lo necesité . Hasta el día de hoy, la Fe me sostiene todos los días de mi vida”, concluye Samara.