“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.” 1 Corintios 15: 1-2
La Palabra de Dios es vida y vida eterna, no es una palabra apenas para que sus problemas tengan un nal en este momento, es mucho más que eso, es para la eternidad y por causa de ella, una persona es transformada de un ser terrenal a uno celestial.
Todos los seres vivos tienen diferentes formas de vivir, pero sólo la vida del ser humano fue escogida por Dios para que tenga la oportunidad de vivir eternamente a través del alma que cada persona tiene en su interior. Es el alma que siente lo bueno o lo malo que le sucede al cuerpo, es el alma que sonríe, que siente paz o que llora a través del cuerpo. Las personas, mayormente ocupan su tiempo cuidando del cuerpo, quieren comer lo mejor, vestir lo mejor y vivir como mejor puedan, olvidando que todo en este mundo pasará y que en el momento de enfrentar la muerte nada de lo antes mencionado llevarán.
Por ejemplo, aquellos que irán al cielo ni los recuerdos de todo lo que vivieron en este mundo llevarán, porque serán transformados en un ser celestial para una nueva vida. Y esa transformación comienza en este mundo, ya que el verdadero nal de los problemas se da, cuando la persona recibe el Espíritu Santo, o sea, sus problemas no terminan cuando los vicios, enfermedades y dolor desaparecen, en realidad, los problemas terminan cuando el Espíritu Santo entra en la persona. Ese es el verdadero n del sufrimiento.
El día más feliz de mi vida..
Estaba llena de complejos, miedos, resentimientos y odio. Tuve una infancia muy difícil, veía a mis padres peleando. Esa falta de amor me volvió una persona depresiva; lloraba mucho sin razón, a veces no entendía por qué existía. No tenía razón de vivir, perspectivas ni proyectos para mi vida, me sentía vacía.
Así llegué a la Iglesia Universal, y desde el primer momento en que participé de una reunión ya no fui más la misma. El Señor Jesús me liberó de la depresión y con ella salieron los complejos y miedos. Comencé a participar de las cadenas de oración y a pesar de estar libre de la depresión, yo sentía que aún me faltaba algo.
Cuando escuché hablar del Espíritu Santo empecé a tener interés en Él, quería conocerlo y saber cómo sería tenerlo dentro de mí. Empecé a participar los miércoles y domingo para buscar la presencia de Dios, pasé a practicar Su Palabra, y el gran día llegó, recibí el Espíritu Santo, ese fue el día más feliz de mi vida, me volví una nueva mujer, segura, empecé a amar a mi familia de verdad, experimenté una paz que nunca antes tuve. Después de enfrentar luchas y decepciones en mi vida sentimental, Dios me dio un esposo maravilloso y junto a él ayudamos a otros a encontrar la nueva vida, que sólo Dios puede proporcionar. Hoy mi vida está completa.
“En los momentos más difíciles, el Espíritu Santo fue mi mayor apoyo, y quien me llevó a superar todo”.
•• Sra. Gisse Alvarado