Eliane, de 46 años, mientras se bañaba sintió en uno de sus senos un “bulto” del tamaño de un grano de arroz, fue al ginecólogo y éste le dijo que no se preocupara porque podría ser simplemente un quiste o un bulto de grasa; sin embargo, a medida que pasaban los meses, el bulto crecía.
Volvió a ir al médico y la redirigió con un mastólogo (especialista que se dedica al estudio de las glándulas mamarias), tras varias pruebas el diagnóstico fue: neoplasia maligna de mama, un tipo de carcinoma lobulillar invasivo. Lo que fue como una sentencia de muerte en los oídos de Eliane.
Su única reacción en ese momento fue ir a la Iglesia Universal, “cuando llegué, me acosté en el Altar y dije: ‘Dios, ahora te toca a ti. Si voy a morir por este cáncer, no me dejes levantarme de aquí, pero si es para glorificar Tu nombre, sé que el Señor me sanará’”, menciona.
Después de este voto de fe, Eliane siguió las indicaciones del médico, “fue un tratamiento muy difícil, que afectaba incluso la autoestima; nos debilitamos mucho, perdemos demasiado peso y se cae el cabello. Era una lucha diaria contra la muerte”, comenta.
Hoy Eliane está curada y mucho más firme en la fe y da gracias a Dios, porque puede contar su testimonio y glorificarlo.