La naturaleza humana casi siempre se toma todo en chiste. Aun delante de la situación más difícil, existe siempre alguien con una broma sobre el tema. Ni la muerte escapa de ese espíritu burlón.
Pero, para quien conoce la Palabra de Dios, no hay cómo no respetar el destino final del alma.
En este caso, la cosa es muy seria y no se puede jugar.
Dirigiéndose a los cristianos romanos, Pablo hizo una fuerte advertencia, diciendo:
… y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Romanos 8:8-9
Pablo elimina cualquier duda al respecto de la diferente condición espiritual de los que pertenecen y los que no pertenecen al Señor Jesucristo, a pesar de confesar también que son cristianos.
O se tiene o no se tiene el Espíritu Santo.
No hay otra manera. ¡Quien no tiene el Espíritu del Señor no es de Él!
No hay cómo discutir, defender o garantizarles a los demás que es de Dios, que es cristiano, que Le ha sido fiel, etc.
Puede incluso hablar en lenguas, curar enfermos, predicar el Evangelio, expulsar demonios…
Mateo 7:22
Lo que realmente garantiza que es de Dios es ser poseído por Su Espíritu.
El comportamiento personal de cada uno da claras señales de que pertenece o no al Señor Jesús.
Es muy cierto que muchas veces el carácter de la cizaña es camuflado hasta el momento de mostrar sus frutos (carácter, respeto, temor…)
Pero, tarde o temprano, la diferencia entre quien es y quien no es será brutal.
El hecho es:
… el que se une al Señor, Un espíritu es con Él. 1 Corintios 6:17
Y esto, ¡nadie lo puede cambiar