A causa de un trabajo de brujería me torné una persona triste, deprimida, de mal carácter, nerviosa; no tenía paz y me sentía vacía. Sufría con insomnio, dolor de cabeza y en la columna. Tenía un buen trabajo, pero el dinero no me alcanzaba.
Mi familia era un caos, maltrataba a mis hijos, entre ellos no había una buena relación. La situación era cada vez más difícil y no sabía dónde encontrar una salida. Busqué ayuda en los brujos, pero todo empeoró.
Conocí la Iglesia Universal por medio de la invitación de un familiar. Desde el primer día en que participé en una reunión sentí alivio, pasé a frecuentar la Iglesia asiduamente; me bauticé en las aguas y comencé a buscar el Espíritu Santo, porque deseaba pertenecerle a Dios. Cuando Lo recibí supe lo que era la verdadera felicidad, me volví una mujer equilibrada, con paz y alegría.
Ya participé de varios Ayunos de Daniel, en los que me he fortalecido y renovado espiritualmente.
Este propósito de fe ha sido una oportunidad para estrechar mi comunión con Dios.
••• Delia Galarza