“Fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”. (Efesios 6:10-12).
La lucha de la cual está hablando no es aquella entre el jefe y el empleado, el marido y la esposa o incluso entre parientes o amigos. Pues el apóstol pablo indicó “nuestra lucha no es contra sangre y carne…” nuestra lucha no es contra las personas o instituciones, sino contra los espíritus del mal que actúan en las personas haciéndolas más desobedientes, infieles e injustas.
Los espíritus inmundos actúan en los hombres, sin distinción de género, tornándolos seres sin afecto, ladrones, drogadictos, etc. Esos espíritus traen toda clase de desgracias en la vida de las personas. por eso, hoy en día vemos mucha maldad, enfriamiento y desastres. Sin embargo, para poder contrarrestar lo antes mencionado sólo hay una salida: la armadura de Dios, la fe y la vida depositada en el Altar del Señor, entregándose 100% a Él.
Las personas pueden ser inteligentes, fuertes físicamente hablando y tener dinero, pero contra aquellos espíritus malos, sólo los que son sellados por el Espíritu Santo pueden vencer.
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes”. (Efesios 6:13).
La armadura de Dios, es el propio Espíritu Santo dentro de la persona.
Solamente el Espíritu Santo es capaz de guiarnos, dirigirnos, enseñarnos y hacernos victoriosos, pues Jesús sólo es glorificado en nuestra vida a través de nuestras victorias.