Labán tenía dos hijas: Lía y Raquel. La primera no tenía belleza exterior, mientras que la segunda, era bonita y atractiva. De ese modo, Lía pasó años a la sombra de Raquel, pues ella era el centro de atención, la consentida y la preferida de todos.
Uno de los significados del nombre “Lía” corresponde a la que está “fatigada” o “debilitada”. Esto podría evidenciar no sólo una apariencia física desfavorable, como también algún defecto físico. Esta idea se ve reforzada en el contraste presentado en las Escrituras entre una hermana y otra (Gn 29:17).
En contrapartida, Raquel era tan bella, que poco después de que Jacob la ve en el pozo, se dispuso a trabajar siete años para pagar el dote y, así, casarse con ella.
Dios tenía un proyecto en la vida de Jacob y era Lía que formaba parte de él. Aunque ella entró en la vida del patriarca por medio de la astucia de Labán, iba a pasar todos sus años siendo para Jacob la auxiliadora que él necesitaba.
Aprendemos con eso que, no siempre lo que deseamos es lo que necesitamos. Somos engañados por los ojos físicos, y muchas veces buscamos nuestro propio sufrimiento. Jacob pudo haber casado con Lía sin haberse sometido a catorce años de servidumbre y también haber evitado tantas molestias familiares.
Sin embargo, al principio, él no entendió y rechazó a Lía de todas las formas. Además, ella todavía era humillada y envidiada por su hermana. Pero permaneció fiel a Dios, amando y sometiéndose a su marido.
El Señor tiene predilección por los despreciados en ese mundo, por eso, mientras todo el cariño era dado a Raquel, Él favoreció a Lía al abrir su vientre y hacerla extremadamente fértil. Cuanto más Jacob disminuía Lía negándole afecto, más hijos ella le daba, mientras que Raquel era estéril.
Por muchos y muchos años, Lía vivió atribulada por el dolor del desprecio, pero lograba concentrar sus ojos en el futuro. Los nombres de sus hijos revelaron su fe y confianza en Dios, por lo que no fue desamparada por Él.
El Altísimo sintió el dolor que Lía sufrió al ser humillada, por eso la hizo madre de seis de los hombres que encabezaron las tribus de Israel. Entre ellos están Levi, tribu que nació Moisés, Aarón y toda clase sacerdotal. Además, dio a luz a Judá, tribu por la que nació el Señor Jesús, llamado el “León de la tribu de Judá”.
Raquel murió temprano y quedó sepultada en el camino por donde peregrinaban en aquella época. Mientras Lía fue la compañera de Jacob por largos años. Estuvo a su lado en los momentos más difíciles. Fue en su hombro que el patriarca tuvo el consuelo para enfrentar los dolores que vivió. Fueron sus manos que preparaban el alimento que lo sostenía y su calor que lo calentó en el frío de tantos campamentos.
Vemos al final de su vida que Jacob pasó a amarla y la consideró como su esposa legítima, pues la sepultó en la tumba de los patriarcas junto con Abram, Sara, Isaac y Rebeca.
Incluso en desventaja, afligida y humillada, Lía dejó su legado de fe con frutos que hablan de su coraje en ofrecer amor a quien le causaba dolor.
Entonces, mantengamos nuestros ojos en Dios, creyendo en Su fidelidad para que tengamos fuerzas también para perseverar y fructificar como Lía.