A causa del alcoholismo comencé a tener problemas en el hígado, así como úlcera y cálculos en los riñones. Por otro lado, sufría de insomnio y fuertes dolores de cabeza.
Tomaba medicamentos, pero no mejoraba. Cuando empecé a participar en la reunión de los domingos por la mañana, comencé a tomar el Agua bendita y pasé a creer que el milagro sucedería. Después me volví a realizar nuevos exámenes y ya estaba totalmente curada a través de la fe.