A las brujas se les asocia con sombreros negros, capas largas y calderos mágicos; al menos en los cuentos infantiles es así. Sin embargo, en el mundo moderno la brujería es un concepto mucho más complejo que cada vez gana más seguidores.
Tara Isabella Burton, teóloga estadounidense, autora de Strange Rites: New Religions for a Godless World (Ritos extraños: nuevas religiones para un mundo sin dios), dijo a la BBC Mundo: «La brujería tiene raíces en costumbres del folclore tradicional.»
Por otra parte, un estudio del Instituto de Investigación Estadounidense Pew, mostró que mientras en 1990 unas ocho mil personas se identificaban con la brujería pagana, para el año 2014 ya superaban el millón.
Si bien dicho estudio demostró que estos dogmas relacionados a la magia son las creencias que más han crecido en los últimos 30 años, para Burton «lo novedoso es cómo está surgiendo entre los millennials una suerte de manifestación pública espiritual asociada a la brujería y la magia.»
Para muchos, aquellos que se interesan por la brujería, el ocultismo o el paganismo lo hacen más como una forma de activismo, según explica Burton: «Cuando ves los actos que se organizaron para detener mediante, hechizos mágicos, el nombramiento de un juez famoso (sin éxito), te das cuenta de que son acciones que se producen en círculos dirigidos a causas políticas progresistas y de justicia social.»
«Hice un ritual con la muerte… y supe lo que era sufrir en serio»
«Hacer un pacto con la muerte dio pie a mi sufrimiento. Tenía un buen trabajo, pero de repente perdí todo.
No servía de nada que la adorara de rodillas u ofrendar lo que me pedía porque lejos de mejorar, cada vez me iba peor. De tantas limpias, los dolores de cabeza surgieron, me era difícil dormir y parecía como si alguien me persiguiera en mi propia casa.
Lo que me pasaba era muy extraño: tuve accidentes; no solo intenté quitarme la vida, también dos veces quise acabar con mi familia; me alimentaba con la comida que había en los contenedores de basura, estaba deprimido, separado de mi esposa y destruido por dentro.
A pesar de que el pacto que hice no sirvió de nada, en el fondo sabía que en algún lugar mi vida iba a dar un giro positivo. Así asistí a la Iglesia Universal donde Dios me recibió tal como iba: pobre y con hambre.
Usando la fe en las reuniones de viernes, fue como noté el cambio. Con el tiempo, los tormentos espirituales e internos terminaron, me uní a mi familia y a mi esposa, me libré de las enfermedades, estoy bien económicamente, pagué mis deudas, tengo amor por la vida y dejé de hacer rituales.
Hoy mis acciones son guiadas por Dios.» -Tomás Jiménez