“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. ” (1 Juan 3:1)
Podemos darnos cuenta que los que son llamados hijos de Dios no son reconocidos por el mundo, ya que, no forman parte del él.
Ahora usted puede entender por qué en innumerables ocasiones es perseguido, acusado y señalado por la fe que ha puesto en Dios.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan 3:3)
Esa purificación la cual menciona la Biblia, es diaria y continua, diciendo: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4)
El ser humano está sometido a leyes y normas a las cuales él debe someterse gustándole o no, y aquellas personas que no lo hacen y quieren seguir sus propias reglas tarde o temprano van a pagar por las consecuencias de sus actos.
Dios no exige que la persona obedezca Sus mandamientos, sin embargo, para heredar el Reino de los Cielos es indispensables andar en santidad. Concluye diciendo “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido” (1 Juan 3:5-6).
Ahora usted puede entender por qué muchas personas están sufriendo y en vez de progresar, se deterioran cada vez más.
Muchos han escuchado hablar del Poder que Dios tiene, sin embargo, los mismos que escuchan jamás han sentido aquel Poder.
Amigo lector, sólo usted tiene la decisión de seguir en el mundo o de abandonarlo y hacer la voluntad de Dios, andando conforme a Su voluntad. ¿De qué sirve tener todo y perder su alma? Tome la decisión hoy, mañana puede ser muy tarde…