Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y los sacrificios; y la gloria del SEÑOR llenó la casa. 2 Crónicas 7:1
La riqueza del oro en el Templo de Salomón no fue la razón que atrajo a la presencia de Dios en su inauguración.
Ni la multitud presente aquel Día impuso Su presencia;
Al contrario, la Presencia física del Altísimo, en forma de Fuego, solo ocurrió porque allí había holocausto y sacrificios.
Es el Altar el que santifica, separa y consagra la ofrenda. Mateo 23:17, 19-21
El Altar simboliza a Dios;
La ofrenda simboliza al ofrendante;
La ofrenda de sacrificio simboliza la vida del ofrendante.
El Espíritu de Dios o el Espíritu del Altar es Quien consagra a la ofrenda, o sea,ACEPTA la vida del ofrendante.
Caín fue rechazado, mientras que Abel fue ACEPTADO en la presencia de Dios. Al aceptar su ofrenda, Dios lo aceptó.
La presencia física del Espíritu de Dios solo vino aquel Día a causa de la multitud de vidas sacrificadas allí a través de los sacrificios ofrecidos.
El holocausto y los sacrificios representaban la dedicación de aquel pueblo en el Altar de Dios;
Un solo Dios,
Un solo pueblo,
Una sola fe,
Un solo Espíritu…
La familia del Altísimo sentada a Su mesa participando de Su Pan (Jesús) y sintiendo el gozo de Su presencia, conforme a la alusión del Salmo 133 de la Nueva Jerusalén.
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras.
Como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion.
Porque allí envía el SEÑOR bendición, y vida eterna.
¡Sí!
El Fuego del Espíritu Santo vino porque había un pueblo totalmente dedicado al Señor Dios Altísimo.