Por años fui dependiente de drogas y alcohol, todo lo que ganaba lo gastaba en adicciones, era irresponsable con mis obligaciones en casa, muchas veces me quedaba consumiendo en la calle o en casa de “amigos”.
Intentaba cambiar, pero no lo conseguía, me sentía rechazado y pensé que era mejor morir. Un domingo decidí ir a la Iglesia buscando ese cambio en mi vida, bebí el Agua Consagrada y le pedí a Dios que me ayudara a dejar ese vicio y desde ese mismo día nunca más volví a consumir.
Hoy gracias a Dios estoy libre del vicio, mi carácter cambió completamente y tengo paz.
•• Sr. Yimmy Colimba