Los vicios se habían apoderado de mi hogar. Mi esposo era alcohólico y mi hijo drogadicto, lo que repercutía gravemente en el resto de mi familia, no había paz y los pleitos para que ambos cambiaran, eran el pan de cada día. Yo buscaba la manera de unir a la familia en alguna actividad, pero a mi hijo se le hacía imposible incluirse, ya que el estar pocas horas sin consumir lo dejaba ansioso y desesperado. Mi esposo por su lado sólo se refugiaba más en el alcohol. Mi vida cambió luego de aprender a usar la fe en la Iglesia Universal, creí en el poder de Dios y entregué en Sus manos a mi familia. Lo imposible aconteció, mi esposo e hijo dejaron los vicios, ahora podemos compartir en familia, en mi hogar reina la paz”, concluye Ana.
•• Sra. Ana