Sentía un vacío muy grande en mi interior. Pensé que al casarme y ser madre conseguiría llenar ese vacío, y aunque no me faltaba nada, no conseguía sentirme feliz ni realizada. Llegué a la Iglesia Universal en búsqueda de una solución para mis problemas, desde el divorcio al nerviosismo que sentía. Así descubrí que no servía de nada solucionar mis problemas, sin antes priorizar lo más importante, el Espíritu Santo, comencé por eliminar algunas fallas que sabía que tenía; aprendí a perdonar de verdad; pasé a dejar de hacer mi propia voluntad, o sea, tuve que despojarme de todo para que ese vacío fuera llenado por Dios.
Después que recibí el Espíritu de Dios, me transformé en una persona completamente diferente. Aquel vacío que siempre sentí fue llenado y hoy soy una mujer feliz y realizada. Por más problemas que pase tengo fuerzas para enfrentarlos segura de mi victoria.
Vale la pena aprender a usar una fe basada en la Palabra de Dios, pues es la única manera de recoger maravillosos resultados.