Así como los hijos nacen de una relación conyugal entre dos personas, los mismo es cuando una persona nace de Dios, esto es posible con la intervención del Espíritu Santo, quien genera un nuevo ser, transformando a la persona en una nueva criatura.
Hay aquellos que no comprenden las cosas espirituales, ya que para esto se exige espiritualidad, es decir, que la persona cargue dentro de sí la presencia del Espíritu Santo, si no Lo tiene, no las entenderá.
Quien no es espiritual escucha hablar del perdón, pero no consigue perdonar, considera que muchas cosas son natural o normal, por ejemplo, hay quienes dicen que creen en Dios, pero cuando se les orienta a abandonar el pecado, no lo aceptan, porque para ellos esa practica se tornó normal, otros mienten, hasta en las cosas más insignificantes, por ejemplo: “¿viste a fulano? No, pero sí lo vio”, y esto también es “normal”, en resumen, la Palabra de Dios es un peso para quien no es espiritual.
Esa es la importancia de tomar la Palabra de Dios para fortalecer su relación con Él, el carnal siempre la toma a la defensiva y la cuestiona.
La persona espiritual tiene placer en obedecer, acata las enseñanzas con temor y no ve tropiezo en nada, porque escrito está que las cosas de Dios se han de discernir espiritualmente.
La espiritualidad sólo es posible con la interferencia del Espíritu Santo. Amigo lector, ¿Será que el Espíritu Santo podrá venir sobre alguien que tiene obras y actitudes que a Él no le agradan? Claro que no, porque hay un pecado de por medio y esto nos separa de Dios.
Para nacer de nuevo existe la acción de tres personas: el ser humano, el Señor Jesús y el Espíritu Santo, primeo el ser humano toma la actitud de abandonar sus pecado, se arrepiente, los conflesa, nunca más los practica y acepta a Jesús como único Señor y Salvador, luego el Señor Jesús que es el Redentor, le lava y limpia con la sangre que derramó en la cruz, y finalmente el Espíritu Santo produce el nuevo nacimiento, pasando a habitar en este cuerpo volviéndolo Su morada. A partir de entonces la persona se vuelve una nueva criatura, con nuevos pensamientos, entendimiento, corazón, y visión, o sea, todo se hace nuevo en su interior.