La religiosidad es, de muchas maneras, peor que no creer en Dios, dado que el religioso solo se enorgullece de lo que ya sabe, ¡y no practica realmente lo que dice!
Cuando estuvo aquí en la tierra, el Señor Jesús no condenó a los ladrones, a los ateos, a las prostitutas, sino a los religiosos hipócritas, que predicaban una cosa y vivían otra completamente diferente. Eran personas que valoraban su apariencia delante de los hombres, no su verdadera condición delante de Dios. Por eso, engañaban, vivían como si fuera debajo de un disfraz, no eran sinceros.
La pregunta es: ¿Su fe es solo aparente o usted verdaderamente pone en práctica la fe que dice tener?