No hay nada que le dé más placer al diablo que ver a creyentes adictos a la Biblia. Gente que no se preocupa en ponerla en práctica, sino solo en disfrutar sus mensajes maravillosos y aprender más, más y más… Solo para tener el orgullo de saber más que los demás.
La Palabra de Dios contiene orientaciones para los discípulos. Y discípulo es el practicante de las enseñanzas de su maestro. La Biblia no es para ser memorizada, sino manejada. Es decir, ejecutada. (2 Timoteo 2:15)
Sus revelaciones no son para causar sensación de bienestar en su lectura, sino para capacitar en la guerra contra el infierno. Si no es puesta en práctica, ¿para qué sirve?
Como los músculos que dependen de ejercicios físicos para fortalecerse, también la fe necesita ser ejercitada para materializar los sueños.
Es obvio que la lectura bíblica es excelente alimento para el espíritu. Pero si no es practicada, genera hipocresía. Se torna como la espuma…
Los escribas eran así. Conocían la Ley, los Mandamientos y las Profecías como nadie. A fin de cuentas, eran los copiadores oficiales de la Biblia. Sin embargo, Jesús los definió como hipócritas, guías ciegos, serpientes, raza de víboras. Y les añadió juicio previo a ellos, diciendo: ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? (Mateo 23:1-35)
¿Cuántos creyentes han sido anestesiados por conocimientos bíblicos? Personas sedientas solo de aprender y no de practicar los pensamientos de Dios…
¿Sabe por qué?
¡Porque odian el sacrificio!
Les gusta el sacrificio en la lectura porque no cuesta nada. Pero odian sacrificar en su práctica.
El diablo sabe que la fe no practicada anestesia el poder de la fe.
Y por eso muchos son llamados, pero pocos son los escogidos…